martes, 13 de marzo de 2018

Tarde.


Me gusta pensar que el amor incondicional existe, ese cuando harías por la otra parte todo o más de lo que harías por ti mismo. Ese amor de madre, de cuando recoges un perro en la calle y lo cuidas toda la vida, del que es parte de ti y tú de él, de la no costumbre, de vivir los momentos difíciles y disfrutar los felices, en el estira y abraza, la sonrisa por la mañana y el hombro y la oreja después de un día difícil. Pero como adultos sistematizados, miedosos de dar y ávidos de recibir, estamos rejegos a verlo, a identificarlo, porque podría estar ahí y no disfrutarlo nunca. 
Humildad, paciencia y amor.